El interior de Bahia
Brasil - 1ero de Octubre, 2006
Cachoeira
Después de pasar varios días agradables en el Pelourinho de Salvador de Bahía decidimos cambiar de paisaje, tomamos un autobús rumbo al parque nacional de Chapada Diamantina. En el trayecto visitamos dos pequeños pueblos coloniales –Cachoeira y São Felix. Nos dijeron que en el primero podríamos asistir a un candomblé así como a las festividades de la Boa Morte.
Fueron pocas horas de viaje para llegar a Cachoeira, un pequeño pueblo en las faldas de las montañas. Nos hospedamos en una antigua casa, por casualidad frente al edificio de la hermandad de la Boa Morte (Irmandade de Nossa Senhora da Boa Morte), que actualmente es un grupo de mujeres negras que celebran la fiesta religiosa de la Asunción de María, toda una mezcla de ritos afrobrasileños y catolicismo.
Conversando con mujeres de la
Hermandade da Boa Morte
Originalmente la hermandad fue fundada en 1820, con la finalidad de conseguir fondos para comprar las cartas de libertad de los esclavos negros, así como de asistir a los esclavos fugitivos y celebrar los entierros de los negros muertos. En 1888, cuando la esclavitud fue abolida, la hermandad siguió realizando fiestas y manteniendo vivas las tradiciones de sus ancestros.
Tuvimos el gusto de conocer y convivir con algunas de las señoras de la hermandad. Aunque las celebraciones habían terminado el día anterior, todavía había un par de días en que ellas preparaban un banquete para compartirlo con la gente del pueblo. Nos presentamos a la hora indicada y al rato de espera fuimos llamados a formar una fila para recibir un plato de comida, que consistía en un trozo de carne y verduras (yuca, camote, papa, zanahoria, etc.), parecido a la “olla de carne” o “cocido”.
Al final de la comida, salimos al frente de la casa, allí había una tarima y un grupo musical tocando. Era un lugar donde se reunió la gente para bailar con ellas la “samba de roda”, es decir, el baile en círculo. Bailamos un buen rato al son de la música que el grupo tocaba, todo fue un alboroto. Estas mujeres nacidas en Brasil pero con un corazón africano traen el ritmo en la sangre, bailan con cadencia y pasión, orgullosas de su origen negro. Y a pesar de ser ancianas no se desaniman y le enseñan a los jóvenes cómo se debe disfrutar de la vida.
Candomblé
Ya entrada la noche nos fuimos en busca de la casa de Mae Lira, en donde nos dijeron que habría de celebrarse el candomblé, un real candomblé, esta fiesta mágico-religiosa con cantos en lengua yarubá, música afro, danzas, sacrificios de animales, personas poseídas por espirítus, comida y ofrendas.
No fue muy difícil encontrar la casa, pues la música nos guió a ella, entramos y nos sentamos en bancas separadas de las mujeres. En el centro del pequeño salón había 4 mujeres bailando en círculo al ritmo que tocaban 3 hombres negros, mientras cantaban con voz fuerte.
Después de un rato de danzar, ellas se fueron a otro cuarto, a su regreso venían cantando y bailando, una de ellas traía una batea o recipiente de madera con pipocas (palomitas de maíz) y coco rayado, ésto lo repartió entre los presentes, algunos comimos un poco y el resto lo echamos sobre la cabeza de los demás, siguiendo el ejemplo de ellas.
Más tarde fuimos invitados a comer, pero como ya habíamos cenado, no aceptamos, los que sí fueron dijeron que les habían servido carne con verduras cocidas. Estuvimos un rato más escuchando la musica y viéndolas bailar. Durante la ceremonia apareció una mujer poseída por São Jorge, bailaba con los ojos cerrados sin tropezar, haciendo movimientos suaves al danzar. Nos cansamos de ver y estar ahí, así que decidimos ir a dormir, y creemos que sólo vivimos parcialmente el candomblé.
São Felix
Al día siguiente visitamos el pueblo hermano de Cachoeira, São Felix. Ambos pueblos están separados por el río Paraguaçú y se miran uno al frente del otro. São Felix nos deja ver casas e iglesias coloniales, parece ser más tranquilo y apacible; aquí visitamos la antigua casa-fábrica de puros, vimos a las mujeres enrollar las hojas de tabaco con mucha laboriosidad y paciencia, manos hábiles que satisfacen los placeres de los fumadores, de esas personas que tienen el dinero para pagar “gustos” caros.
São Felix visto desde Cachoeira
Valle de Capao
Después de pasar un par de días en estos pueblos nos fuimos al Valle de Capao, al pueblito llamado Caete Açú. El camino era de terracería y con polvo, al llegar nos hospedamos en una cabaña pequeña con tapanco, muy bonita, rodeada de jardines y árboles. Al día siguiente hicimos una caminata a una cachoeira (cascada), junto con 4 españoles a quienes conocimos en camino al pueblo. La caminata fue tranquila aunque el sol estaba muy fuerte, pero al llegar a la cascada pudimos bañarnos en sus aguas frescas, las corrientes de agua que corren entre las rocas sedimentarias tenían color café rojizo, ya que contiene minerales y lecho orgánico.
Tomando un baño en una “cachoeira”
Hicimos varias caminatas por el valle, descubriendo las bellezas naturales, los morros, la flora y disfrutando del agua de las cascadas. En ocasiones eran caminatas largas, así que nos preparábamos con almuerzo para llevar.
Camino de arena blanca por el parque nacional
Chapada de Diamantina
El gusto de caminar y después nadar en las aguas frescas de los pozos era gratificante, estuvimos varios días ahí, en especial tenemos recuerdos de la Cachoeira Fumaça, por tener una caída espectacular de más de 70 metros. Subimos a lo alto de un gran cañón que tenía una vista impresionante, tanto del valle como de la vegetación, desde ahí vimos el morro del Pai Inazio (Padre Ignacio).
La Fumaça (humo) es una pequeña caída de agua, y como su nombre la describe, parece una cortina de humo que sube empujada por el viento, las miles de pequeñas gotas de agua forman un enjambre que son atravesadas por los rayos del sol formando un arco-iris. Esto combinado con el paisaje y la sensación de vacío son indescriptibles, es vivir una emoción fuerte.
Vista del cañón donde cae la Fumaça
De regreso al pueblo, en las noches tranquilas, nos íbamos a uno de los restaurantes que tenía como especialidad la pizza, sólo eran dos sabores: la salada (queso y carnes frías) y la dulce (banana). Lo especial era que tenían un molhio (salsa) de miel con chile, muy sabrosa. También visitábamos la panadería, ya que preparaban un buen pan integral, pasteles y batidos de frutas.
Después de pasar varios días agradables de caminatas y cascadas, nos fuimos a otro pueblo, Lençois. Es una postal viviente con sus casitas muy coloridas. Caminamos por sus calles empedradas y tranquilas, el pueblo está rodeado de montañas y en medio pasa un pequeño río donde las mujeres van a lavar ropa. Lençois es un pueblo para descansar, relajarse y pasar las tardes en el café del centro, disfrutando de los postres.
Todo este tiempo nos permitió disfrutar de la hermosa naturaleza y la tranquilidad de los campos del estado de Bahía, cuya capital es Salvador.
Aguas frescas en el Valle de Capao
Etiquetas: Brasil
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