El blog de los Caracoles Errantes

Viajando por largo tiempo llevando todo en nuestra espalda y nuestra casa es nuestra mochila

08 septiembre 2006

De La Paz a las Misiones Jesuitas
Bolivia - 8 de septiembre, 2006

 

 

La Entrada Universitaria

La Paz es la capital más alta del mundo, se encuentra a 3800 metros de altura. Esta ciudad ha crecido desordenadamente y el tráfico parece estarla asfixiando; sin embargo, ha mantenido lugares con encanto, como lo son el centro histórico y la avenida del Prado donde hay hermosos edificios y jardines con ingeniosos y coloridos diseños obtenidos a partir de una gran variedad de flores.
Prolongamos nuestra estadía en esta interesante ciudad para esperar a nuestras amigas Paulina y Mariana que venían desde Argentina a pasar unos días de vacaciones a Bolivia.  Los días se nos fueron volando, entre comernos una deliciosas copa Dumbo de helado con frutas, desayunar unas empanadas salteñas o tucumanas en la calle, tomar un cafecito en la tarde con una tartaleta de fresa, visitar el museo de etnografía con su majestuosa exposición de telas prehispánicas o ver una y otra vez la iglesia de San Francisco con su fachada en piedra llena de animales tropicales y ángeles con rasgos indígenas.  Este tipo de trabajos es conocido como arte mestizo y muestra la resistencia de los indígenas a la doctrina católica.
A Paulina y a Mariana las conocimos en nuestra estadía en San Cristóbal de Las Casas, venían a La Paz a visitar a Pamela, otra amiga boliviana que también conocimos en México.  En la casa de Pamela conocimos a su madre, una señora muy simpática que nos explicó sobre el placer y los beneficios de mascar la hoja de coca, la cual no es una droga como insistía ella.  Se toman varias hojitas de coca y se va haciendo una bolita que se prensa entre los dientes y el cachete sin morderlas.  Todos terminamos con nuestras bolitas de coca, una al lado derecho y otra al izquierdo, para hacerle frente al mal de altura o soroche tan común cuando se está a grandes alturas.


Máscara en una Diablada

Por pura casualidad habíamos llegado a La Paz para un evento muy especial:  la entrada folclórica universitaria.  Este evento es organizado desde hace 19 años por la Universidad Mayor de San Andrés.  A través de procesos de investigación realizados por las propias facultades o fraternidades, cada año se lleva a cabo un desfile de bailes populares bolivianos con lo cual se garantiza la expresión de manifestaciones culturales no difundidas y se evita la desaparición de muchas danzas y tradiciones. 


Baile de la Morenada

Durante más de 15 horas cerca de 70 grupos fueron mostrando hermosos bailes, trajes y música con tambores, quenas o zampoñas, el ambiente y la fiesta eran contagiosos y toda la gente que veía el desfile desde la orilla de la calle se identificaba quizá con su fraternidad o facultad o con su pueblo o lugar de origen.  Los grupos bailaron tonadas, sayas, morenadas, pujllay, tobas, chacareras, llameradas, kullawadas, tinkus, caporales, diabladas, potolos, cuecas y muchos otros bailes.


Colorido baile usando flores

El día anterior a la entrada mientras caminábamos cerca de las instalaciones de la universidad habíamos visto varios grupos ensayar sus bailes en las plazas de dicho recinto.  Ver a un grupo de estudiantes que danzaba una pieza que denunciaba la explotación de los mineros nos había llenado de curiosidad, optimismo e ilusión para disfrutar de tan hermoso acontecimiento.


Baile de los Caporales

El mismo sábado del desfile teníamos que salir por la tarde a tomar el autobús que nos llevaría a nuestro siguiente destino: Santa Cruz de la Sierra y las misiones jesuitas. Nos fue casi imposible llegar a la terminal de buses.  La entrada había tomado las calles y tuvimos que caminar bastante para llegar al autobús.  Ya sentados y observando la ciudad de La Paz nos despedíamos felices de haber vivido tan linda experiencia en compañía de tan grandes amigas.


Mariana, Carlos, Jorge, Paulina
Pamela y su mamá

Las Misiones Jesuitas

Santa Cruz de la Sierra nos sirvió para cargar pilas de un viaje de 16 horas que se convirtió en más de 25 horas de tortura.  Estuvimos diez horas detenidos en la carretera por reparaciones en la vía.  Lo más triste del asunto es que en esa espera vimos como el hermoso bosque se iba convirtiendo en un basurero ya que la gente de la interminable cola de vehículos tiraba la basura al suelo sin preocupación alguna, como si no les molestara ver toda aquella belleza volverse un basurero.
Ya repuestos del duro viaje entre La Paz y Santa Cruz nos dirigimos a las famosas misiones jesuitas.  Existen siete pueblos (San Xavier, San Ignacio, Concepción, San Miguel, San Rafael, San José y Santa Ana) en la zona de los indios Chiquitos que son pueblos que participaban de la cosmovisión propia de los pueblos amazónicos.  En 1691 se estableció en San Xavier la primera misión jesuita y fue atendida por esta orden religiosa durante 76 años.  Los primeros indios evangelizados fueron los Piñocas, Bororos y Tabicas, todos eran pueblos chiquitanos.


Misión de San Xavier

Los jesuitas siguieron el modelo de reducciones implantado por el franciscano fray Luis Bolaños con los guaraníes en Paraguay.  Este sistema de reducciones y doctrinas fue un medio eficaz para lograr la defensa y la promoción del indio tanto religiosa como social y económica. 
La filosofía que soportaba este método se basaba en la idea de que los indios debían vivir reunidos en pueblos por lo que los misioneros apoyaron la creación de “pueblos de indios libres”.  La creación de estos pueblos era en realidad una alternativa al sistema de las “encomiendas” que en la práctica causaba tantos problemas a la población indígena. 
En estos pueblos se desarrolló la acción sanitaria y educativa: el cultivo de la música, danza y teatro, la pintura, escultura y arquitectura, y otras artes y oficios.  Los misioneros intentaron conocer y comprender las culturas indígenas y profundizar en los ritos, creencias y costumbres de las civilizaciones autóctonas, realizando así un encuentro y diálogo intercultural.
  Salimos al medio día hacia San Xavier en donde nos pasamos la tarde disfrutando del hermoso pueblito colonial y de la iglesia que se conserva en perfecto estado sin haber necesitado grandes trabajos de reconstrucción.  Se ve como si el tiempo no hubiera pasado por ella.  Sus principales atractivos son una imagen de San Francisco de Asís con animales y plantas de la selva chiquitana y otra imagen de San Antonio cargando al Niño Jesús y a un niño indio.  También llama la atención una colección de ángeles en las naves laterales que ocupan el lugar tradicional del Via Crucis, con esto se quería expresar a los chiquitanos la sensación de estar en el cielo.


San Francisco de Asís con aves tropicales

A la mañana siguiente tomamos un autobús hacia otro sitio lleno de encanto e historia, la misión de Concepción.  La historia de esta misión es muy similar a la de la anterior.  Ahí nos impresionó principalmente los confesionarios del siglo XVIII y la imagen de la Virgen de la Concepción con rasgos de mujer indígena.


Misión de Concepción

Tuvimos que pasar en Concepción más de 12 horas.  El bus que nos llevaría a la frontera con Brasil pasaría hasta muy tarde de la noche.  Nos dispusimos a recorrer el pueblo y a buscar lugares en donde refugiarnos del sol y del calor.  Por suerte encontramos un hermoso lugar en donde almorzamos y cenamos.  Era una casa colonial antigua decorada con mucho gusto donde funcionaba un lindo restaurante con un estilo muy casero.  Ahí nos prepararon un plato típico con arroz, carne seca, huevo y plátano.  También nos guardaron las maletas mientras hacíamos el recorrido por el pueblo.
La espera del autobús fue muy larga.  Nos habían dicho que tal vez a las 10 de la noche pasaría algún bus hacia San Ignacio que está como a 4 horas de Concepción.  De San Ignacio tendríamos que tomar otro bus hacia San Matías, el pueblo fronterizo que estaba 6 horas más adelante.  Nos estacionamos cerca de una gasolinera a esperar los inciertos autobuses.  Finalmente tomamos uno como a las 2 de la madrugada.  El viaje estuvo lleno de malos caminos, polvo y transbordos.  Por la tarde llegamos a un nuevo país, nuevas gentes, nuevos paisajes, nuevas costumbres y hasta nuevo idioma.  Estábamos finalmente en Brasil. 

 

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