El blog de los Caracoles Errantes

Viajando por largo tiempo llevando todo en nuestra espalda y nuestra casa es nuestra mochila

20 noviembre 2006

Los Andes de la Patagonia
Argentina-Chile, 22 de Noviembre, 2006


Llegó el momento de atravesar esta parte sur del continente desde la costa atlántica argentina hasta el pacífico chileno, pasando por la cordillera de los Andes.  Salimos de Puerto Madryn un miércoles por la noche hacia un pueblo en la cordillera llamado El Bolsón.  Cuando llegamos a la estación nos dijeron que el bus de los miércoles no llegaba hasta El Bolsón sino que se quedaba en el Lago Puelo, a sólo 10 kilómetros del otro pueblo.  Viajamos toda la noche y al despertar por la mañana nos sorprendió la cordillera, algunos nevados a lo lejos y bosques de pino.  Bajamos en Lago Puelo y decidimos no continuar hasta El Bolsón ya que Lago Puelo nos pareció un lugar paradisiaco.


Lago Puelo

Fuimos a la oficina de turismo municipal donde nos hablaron de la zona y nos ofrecieron las bicicletas que tenían a disposición de los turistas sin costo alguno.  Estábamos asombrados de ese tipo de iniciativas poco comunes en América Latina.  También nos enteramos de que los sábados salía un bus hacia Ezquel que tomaba una ruta muy interesante por en medio del Parque Nacional Los Alerces.  Entonces programamos nuestra salida para el sábado por la tarde en ese bus.  Fuimos al lado de la cordillera y pasamos por varios lagos en un hermoso recorrido que duró unas 6 horas.

 
Parque Nacional Los Alerces

Los días anteriores habíamos tenido un clima delicioso, sol radiante y cielo azul, pero el día que íbamos a cruzar la frontera entre Argentina y Chile el tiempo cambió, amaneció muy frío y con lloviznas.  El primer pueblo del lado chileno se llamaba Futaleufú.  No pensábamos quedarnos en ese pueblo, pero nos dijeron que el siguiente bus para ir a Chaitén saldría hasta el miércoles (dos días después ya que ese día era lunes).  Resignados fuimos a buscar un hotel para quedarnos en el diminuto pueblo en ese día tan triste y frío.


Casa con tejuelas en Futaleufú

Dimos algunas vueltas por el pueblo buscando un lugar para comer y nos pareció precioso el diseño de sus casas.  Todas eran como de cuento, forradas con tejuelas que son pedacitos de madera de diferentes formas.  Los alrededores del pueblo también eran hermosos, contamos cerca de siete montes nevados que lo rodeaban.
Al llegar el miércoles nos fuimos en el bus a Chaitén.  Fueron sólo tres horas y media de recorrido.  Otra vez nos tuvimos que quedar varados en este otro pueblo ya que el ferry para ir a Chiloé saldría hasta el sábado.
Chaitén también está en un lugar privilegiado por la naturaleza.  Está frente al mar y a lo lejos se puede ver el volcán Corcovado que tiene una forma cónica perfecta y está completamente nevado, lo cual contrasta con el mar. 


Volcán Corcovado desde Chaitén

Muy cerca de allí hay un parque nacional llamado Pumalín.  Un día nos fuimos a recorrer este parque donde pudimos ver alerces.  Estos son árboles que tienen hasta 3000 años de edad y por tanto son un tesoro natural que están intentando preservar.


Parque Nacional Pumalín

Fue sorprendente encontrar un bosque lluvioso por estas latitudes.  Debido a esta particularidad de ser una región donde llueve tanto, el paisaje se hace muy verde.  Nos encontramos una planta que también existe en los bosques lluviosos tropicales y nos identificó mucho con las montañas de Costa Rica.  Es la que nosotros llamamos sombrilla de pobre y aquí la llaman nalca.  Es tan abundante que forma parte de uno de los platos más tradicionales de la región, el curanto.  Para preparar este plato usan la nalca como envoltorio cuando meten los mariscos a cocer en un hoyo en la tierra.


Hoja de nalca en alrededores de Chaitén

El sábado estábamos preparados para salir en el ferry a las 11:30 de la mañana cuando nos avisaron que a causa del mal tiempo la salida iba a ser hasta las 6:00 de la tarde.  Seguíamos postergando nuestro viaje y mientras tanto teníamos que seguir el viejo refrán que dice “al mal tiempo buena cara”.  Nos fuimos a un restaurante donde nos sirvieron una paila marina con una variedad de cosas que nos dejó muy satisfechos, eran choritos, cholgas, lapas, almejas, navajuelas y piuras. También comimos el famosísimo curanto.  Después de comer nos quedamos ahí un buen rato más a la orilla de la chimenea ya que afuera estaba muy frío y llovía.


Comiendo curanto y paila marina

Finalmente zarpamos hacia Chiloé, un archipiélago que se encuentra muy cerca de la costa pacífica.  La isla mayor se llama Isla Grande de Chiloé y tiene una extensión de unos 10000 kilómetros cuadrados.  Llegamos ya de madrugada y nos fuimos a un hotelillo a descansar.
Nuestra estancia en la isla fue muy agradable.  Visitamos varios pueblitos que se caracterizan por tener unas iglesias de madera que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que fueron construidas por misioneros jesuitas en los siglos XVII y XVIII. 


Iglesia de Dalcahue, Isla de Chiloé

En la ciudad de Castro, capital de la provincia, se pueden apreciar unas construcciones sobre horcones que entran hasta el mar a las que se les llama palafitos.  La mayoría son viviendas pero algunos son también hoteles y comercios.


Palafitos en Castro, Isla de Chiloé

El recorrido por el sur del continente fue más difícil de lo que esperábamos pero encontramos tales bellezas naturales a nuestro paso que nos hace pensar que valió la pena.  Ahora nos disponíamos a tomar rumbo al norte por el lado chileno para ir acercándonos de nuevo a nuestro país.

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Fauna de la Patagonia
Argentina, 19 de Noviembre, 2006


Seguramente serán pocos los que han escuchado hablar del Spheniscus magellanicus y de la Eubalaena australis.  Estos son los dos personajes principales de esta historia, no haciendo de menos a los demás que forman parte del paisaje patagónico.


Pingüino magallánico

La llegada  a Puerto Madryn fue algo cansada pues el largo viaje de 21 horas dentro del autobús fue aburrido, pero con solo saber lo que nos esperaba nos olvidamos del cansancio.  Después de instalarnos en el hostal dimos un pequeño recorrido por el lugar pero el frío nos obligó a regresar.  El plan era recorrer la península Valdés y visitar varios parques naturales protegidos donde llegan pingüinos, lobos marinos y elefantes marinos, así como embarcarnos para ver de cerca a las ballenas francas australes.  Sabíamos de antemano que la estadía en esta zona implicaría mayores gastos pero valía la pena el esfuerzo. 
En el viaje que hicimos desde Buenos Aires hasta Puerto Madryn habíamos conocido a un holandés llamado Rolf quien sería un compañero más en el paseo por la península.  Acordamos rentar un carro por dos días para tener mayor libertad de movernos en estos largos recorridos. 
El primer día nos fuimos a Punta Tombo que está situada a 170 kilómetros al sur de Puerto Madryn.  En el camino pasamos a ver un área protegida donde llegan los lobos marinos a aparearse.  Hacía un poco de frío y la marea baja nos permitió ver a una manada de estos  animales en la playa.
Continuamos a Punta Tombo donde fuimos a conocer al Spheniscus magellanicus o mejor conocido como pingüino de Magallanes.  Fue sorprendente poder estar dentro del parque y ver de cerca los nidos con huevos ya que es temporada de reproducción.  El pingüino macho es quien se encarga de preparar el nido y la hembra pone dos huevos que ambos cuidan durante 40 días hasta que nazcan los polluelos. 


Pingüino cuidando los dos huevos

Hicimos una caminata larga por la zona de los nidos y la costa, los pingüinos deambulaban por todos lados, iban al mar, regresaban al nido, tomaban el sol, observaban al turista, etc.  Tienen una forma curiosa de caminar, se balancean, se acicalan las plumas, cada pareja tiene un sonido especial que los diferencia del resto y es lo que les ayuda a encontrar a su pareja cuando uno de ellos regresa después de ir a buscar alimento.


Un pingüino simpático comparte
con los caracoles errantes

Esta colonia de pingüinos magallánicos tiene alrededor de 500000 miembros y cada año visitan esta área para reproducirse.  Es por esto que el gobierno de la provincia de Chubut ha puesto en marcha programas de protección e investigación.


Pingüinos en sus nidos

Al regreso hacia Puerto Madryn visitamos un pequeño pueblo de inmigrantes galeses llamado Gaiman.  Aquí existe una antigua tradición de servir el té con una gran cantidad de tortas cuyas recetas son antiguos secretos de cocina de las familias que los preparan.  Entramos a una de estas casas de té y compartimos uno de estos servicios en un lugar muy acogedor.
Al otro día nos esperaba una experiencia inolvidable, conocer de cerca a la famosa Eubalaena australis o ballena franca austral.  Viajamos hacia el lado opuesto del día anterior, hacia la reserva faunística Península Valdés.  Llegamos a Puerto Pirámides en donde nos embarcamos a la gran aventura.  El día estaba un poco frío aunque el sol alumbraba fuerte.  Un rato de espera y todos a bordo!  Fueron varios minutos de espera para poder ver la primera ballena.  Fue emocionante ver a lo lejos como saltaba, ver la cola cuando hacía inmersión y el chorro de agua cuando se oxigenaba. 
Aunque se veían varias ballenas, el capitán decidió seguir buscando hacia mar adentro ya que por esa región había otras embarcaciones que también estaban observando las ballenas.  Después de alejarnos de la costa nos encontramos con una ballena madre y su cría.  Fue fabuloso, ella muy cuidadosa de su pequeño bebé de cuatro metros de largo y media tonelada de peso nadaron junto al barco.  La ballena bebé o ballenato daba vueltas sobre el agua, mostrando la panza, la aleta, la cola, era todo un espectáculo inolvidable.  Aunque intentáramos guardar silencio los gritos de emoción se escapaban.  El momento culminante fue cuando las ballenas pasaron por debajo del barco emergiendo a pocos metros de nosotros.  Casi las podíamos tocar, las pudimos ver a través del agua fría.  Aparentemente el tiempo fue corto pero ya había pasado una hora y media y debíamos regresar a tierra firme.  Estábamos muy contentos y satisfechos de haber vivido esta grata experiencia.


La ballena franca austral
sale y abre su boca

Seguimos recorriendo la península.  Hicimos una parada en un mirador a la orilla del mar.  En la playa había una colonia de elefantes marinos.  Ellos se reúnen en grupos con un macho, varias hembras y sus crías.  El macho defiende su territorio y ataca a cualquier otro macho que quiera usurparlo tratando de unirse a alguna de sus hembras. 


Elefante marino hembra

Lo que presenciamos fue grandioso, el apareamiento de una pareja de elefantes.  Primero vimos a un macho que venía nadando hacia la orilla haciendo un pequeño cortejo furtivo entre las olas del mar; luego salió corriendo tras la hembra en la playa hasta atraparla, abrazarla suavemente y copular.  El acto duró sólo unos minutos y al terminar se fueron juntos al mar y se quedaron nadando muy enamorados.  Quedamos admirados y agradecidos por estar presentes justo en esos instantes ya que son hechos inusuales que pocos pueden observar.



Pareja de elefantes marinos copulando

          Los días que pasamos en esta zona de la Patagonia argentina nos llenaron de sorpresas al poder acercarnos a animales que para nosotros que venimos del trópico nos resultan tan extraños.  Habíamos llegado hasta Punta Tombo que está ubicado a los 44º latitud sur, este sería el punto más al sur que tocaríamos en este viaje.  Ahora nos dirigíamos hacia el este, a cruzar la cordillera de los Andes para llegar hasta Chile y luego volver hacia el norte.

 

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