El blog de los Caracoles Errantes

Viajando por largo tiempo llevando todo en nuestra espalda y nuestra casa es nuestra mochila

20 diciembre 2006

Machu Picchu
Perú, 19 de Diciembre, 2006


Cusco

Después de estar viajando casi 8 meses por lugares tan maravillosos de Sur América, para cerrar con broche oro nos fuimos a Cusco, la que fue capital del imperio inca, y a la ciudad sagrada de Machu Picchu.


Plaza de armas de Cusco

Pensábamos que por el hecho de estar viajando tanto tiempo y haber visto ciudades coloniales tan bellas, tal vez ya no sería tan impactante nuestra llegada a Cusco. Sin embargo, tuvimos razones para quedar boquiabiertos una vez más.


Una calle de Cusco

Los españoles encontraron esta ciudad imperial con grandes edificaciones cuyas bases estaban construidas con enormes bloques de piedra. Las técnicas arquitectónicas de los incas eran muy avanzadas, lograban cortar las piedras de tal forma que encajaran unas con otras casi perfectamente, como si fuera un gran rompecabezas de tres dimensiones.


Rezando a la Virgen en la Catedral

Debido a la importancia que tenía esta ciudad para los incas, los conquistadores españoles quisieron construir sobre ella una nueva ciudad tratando de eliminar los rastros del esplendor que la ciudad inca poseía. Literalmente utilizaron las bases de los edificios existentes para construir los suyos. El ejemplo más cruel lo vimos en el convento de Santo Domingo que se levanta sobre los cimientos del Templo del Sol de los incas.


Descendientes de los incas

Los incas fueron tan buenos arquitectos que muchas de las bases que dejaron se conservan en un estado admirable aún hoy, más de 500 años después de su construcción, habiendo soportado terremotos que destruyeron muchas edificaciones levantadas por los españoles.


Cusco de noche

Machu Picchu

Para visitar Machu Picchu desde Cusco existe un tren que hace el recorrido en unas tres horas hasta Aguascalientes, la base del monte donde se encuentra esta ciudad inca. Sin embargo, durante el gobierno de Fujimori esta ruta fue cedida en concesión a una compañía española-chilena que opera y mantiene el monopolio. Además el costo del viaje es elevadísimo, siendo que un extranjero tiene que pagar $70 por el viaje de ida y regreso hasta Aguscalientes.
Puesto que esta es la única ruta directa y el precio es exorbitante, se ha puesto de moda entre los viajeros de bajo presupuesto o mochilero (o caracoles), el hacer el viaje dando un enorme vueltón pero más barato.
Nosotros decidimos hacerlo de esta forma. Tomamos un bus desde Cusco hasta Santa María que duró unas 6 horas. Llegamos por la noche a este pueblito y buscamos un alojamiento muy básico para descansar. A las 4:30 de la madrugada nos levantamos para tomar una buseta que nos llevaría hasta Santa Teresa en una hora y media de viaje. A las 7:00 de la mañana ya estábamos caminando a orilla del río Vilcanota-Urubamba.


Paso sobre el río Vilcanota-Urubamba

Después de una hora y media el camino se acababa y debíamos continuar por la línea del tren. A las orillas del camino encontramos cafetales con árboles altos y matas de banano en el medio. Desde Cusco que está a una altitud de 3300 metros habíamos venido a tierras más bajas con un clima sub-tropical, a una altitud de 1500 metros. El río se abría camino entre unos cerros gigantescos con formas impresionantes e imponentes. Sabíamos que sobre alguno de esos montes se escondía la mítica ciudad inca.


Caminando bajo la lluvia
por la línea del tren

Comenzó a llover suavemente y pensamos que seguramente los turistas que venían en el tren ya habrían salido desde Cusco y vendrían muy cómodos en sus asientos tomando fotos. Nuestra ruta por el camino largo nos pareció encantadora, si bien requeríamos un mayor sacrificio.
Fueron 2 horas y media de camino siguiendo la línea del tren hasta que cansados llegamos a Aguascalientes. Tomamos un café con leche para reponer energías. Después de un descanso y antes de comenzar el ascenso, fuimos a la boletería para comprar nuestras entradas a Machu Picchu. El costo de la entrada para extranjeros era de $40, cifra que nos pareció salida de toda lógica ya que el hecho de que sea un lugar histórico, bello y aún patrimonio de la humanidad, no da derecho a ningún país a lucrar de esa forma. Comparamos los precios que hemos pagado en sitios similares alrededor del mundo y no encontramos nada igual. Con MUCHA FRUSTRACION sacamos el dinero del bolsillo y obtuvimos las entradas.
También existe un bus que por la módica suma de $15 hace el recorrido desde Aguascalientes hasta la cima donde está Machu Picchu. Obviamente no lo íbamos a pagar e hicimos la caminata de poco más de una hora por un sendero precioso que va entre árboles y tiene las vistas de los cerros que se levantan al otro lado del río Vilcanota-Urubamba.
Hacía un buen rato que había dejado de llover, sin embargo, unos minutos antes de llegar a la entrada comenzó a caer otra vez una pequeña llovizna y la niebla comenzó a tapar al imponente monte que se levanta detrás de la ciudad sagrada, el Wayna Picchu. El paisaje era misterioso y aunque hubiéramos deseado un día soleado, la belleza del lugar nos llenaba de gran emoción. Subimos hasta las terrazas más altas desde donde se tenía una vista panorámica de toda la ciudad.


Vista desde la parte alta de la ciudad

Durante un buen rato nos estuvimos moviendo para tener diferentes vistas y evitar un poco las aglomeraciones de gente. Más tarde la lluvia se hizo más pesada, hasta llegar a ser molesta. Ya estábamos empezando a lamentarnos cuando descubrimos un sitio ideal para refugiarnos. Era una antigua construcción a la que en el proceso de restauración le habían puesto un techo de paja como probablemente había tenido en el tiempo de los incas.


Un refugio mientras llovía

Cuando dejó de llover salimos de nuestro refugio y vimos que casi toda la gente se había ido. Las montañas se estaban despejando, de pronto la niebla comenzó a subir desde lo más hondo del cauce del río Vilcanota-Urubamba y otra vez todo se llenó de una suave neblina. Sin embargo, unos minutos más tarde ya la neblina había subido tanto que llegaba hasta las nubes. La ciudad estaba totalmente despejada y el sol de la tarde pudo brillar.


Complejo habitacional

Fue un espectáculo sobrecogedor, un verdadero regalo del cielo. En la ciudad donde se veneró al Inti, al Sol, esa tarde también nosotros tuvimos la magia de sentirlo como rey. La ciudad estaba casi desierta, el sentimiento era de gran regocijo, todo lo que habíamos visto se intensificaba. Sentimos que valió la pena todo el esfuerzo, sentimos que merecíamos ese momento.


Atardecer en Machu Picchu

Esperamos hasta el último momento para bajar. Ya el sol se había ocultado y la luz se nos acababa. Mientras bajábamos nos reíamos, saltábamos, compartíamos todas las sensaciones. Aquí fue el momento de recordar a algunas personas que nos encargaron vehementemente hacer este viaje teniéndoles presentes y así lo hicimos. Habíamos coronado un largo sueño, en la ciudad sagrada de los incas nos dimos cuenta de que nuestro largo viaje también estaba llegando a su fin.

Epílogo

Un largo viaje de 21 horas nos llevó de Cusco a la capital del Perú, Lima. Allí nos dimos el gusto de comernos un riquísimo ceviche y luego pasamos la última noche en la casa de Oli, una amiga de hace muchos años de Nena, la hermana de Ricardo.
Volamos de Lima a Panamá donde hicimos una estación de tres días antes de regresar a Costa Rica. Después de un viaje de 8 meses, el tomar el avión nos hace sentirnos como en la historia de los niños que entraron en el guardarropa y ahora regresan a la realidad. Hemos visto y vivido tantas cosas durante este tiempo que parece que el mundo ha cambiado, sin embargo, al otro lado del guardarropa la vida ha continuado y muchas cosas siguen igual, otras sí habrán cambiado. Ahora nos toca regresar a reconocer este mundo y estas cosas; con mucha ilusión queremos retomar todo aquello que un día dejamos atrás.

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Potosi
Bolivia, 7 de Diciembre, 2006


El Cerro Rico
Cuenta la leyenda que Manco Kápac, el máximo gobernante del imperio Inca, llegó a estas tierras y los habitantes le ofrecieron figuras de plata como obsequio. El gobernante preguntó que de dónde las habían obtenido, entonces lo llevaron al cerro y se asombró. Dio la orden de que empezaran a explorarlo, cuando quisieron perforar el cerro se oyó un estruendo y una voz que decía: “esto no es para ustedes, es para otros que vendrán después”. Los habitantes reconocieron la voz de la Pacha Mama y decidieron dejar el cerro en paz. Desde entonces le llamaron Potojchi que significa “estruendo”.


El Cerro Rico de Potosí

Potosí
La ciudad de Potosí fue fundada por los españoles en 1545 a raíz del descubrimiento de minerales, especialmente plata, en el cerro rico. A partir de entonces comenzó a crecer en población y riqueza.
Esta ciudad está ubicada a una altura de 4100 metros lo que la hace ser una de las ciudades más altas del mundo junto con Lhasa en el Tibet. A pesar de la dificultad que representa esta altitud, fue la gran cantidad de plata encontrada en el cerro rico la que motivó a miles de personas a instalarse allí. Para 1610 ya se contaba con una población de 160 mil habitantes, lo cual la convirtió en la ciudad más grande, además de la más rica de América.


Una calle de Potosí

Actualmente Potosí es una ciudad que guarda huellas de su pasado glorioso pero que demuestra un gran deterioro. A nuestra llegada nos impresionó ver edificios imponentes como la catedral, la Casa de la Moneda y otros, y al mismo tiempo una sensación de pobreza, descuido e insalubridad.


Casa de la Moneda


En realidad la riqueza de Potosí siempre fue llevada a otras tierras, empezando por la corona española que explotó inhumanamente a la población indígena durante 300 años para enriquecerse.
El mecanismo que los españoles utilizaron inicialmente se denominó la mita y consistía en imponer a los indios una estancia de 4 meses trabajando en la mina seguidos por 6 años sin el requerimiento de este servicio, además de un pago en efectivo. Los indígenas aceptaron entrar a trabajar de esta forma, sin embargo, los españoles no cumplieron su parte y los 4 meses se fueron convirtiendo en tiempos indefinidos, haciendo de estos trabajadores prácticamente unos esclavos.
Los indígenas empezaron a escapar y a volver a sus pueblos de origen. Ante esto los españoles trasladaron familias completas a las minas para evitar que los mineros huyeran. La mina para ellos se fue convirtiendo en una prisión ya que una vez que entraban a ella no volvían a ver la luz del sol.
Los mineros morían dentro de las minas a causa de accidentes y de enfermedades tales como la silicosis, adquirida al respirar sustancias tóxicas. Se calcula que durante la dominación española llegaron a morir 8 millones de personas dentro de las minas del cerro rico de Potosí.
Los españoles temiendo ser contagiados nunca ingresaban a las minas, por lo que no tenían control directo sobre el trabajo de los mineros. Con el tiempo los mineros empezaron a reducir su producción al no sentirse vigilados.
La religión jugó un papel preponderante para cambiar la mentalidad de los mineros. Utilizando la figura del diablo, los españoles empezaron a inculcar temor en los indígenas introduciendo la idea de que al engañar a su patrón el diablo los castigaría.
Para apaciguar al demonio los mineros le daban ofrendas como coca, alcohol y cigarros. Irónicamente esta figura se convirtió en un protector de los mineros ya que éstos se dieron cuenta de que dentro de la religión católica el demonio es enemigo de los españoles y por tanto lo adoptaron como su aliado. Empezaron a llamarle el Dios, pero por dificultad fonética se le decía Tios y luego quedó simplemente como el Tío.

La visita.
Organizamos una visita al cerro rico con una guía llamada Susana, quien nos llevó primeramente a una bodega para vestirnos de “mineros”, con botas, impermeables, casco y linterna.


Preparados para entrar a la mina

Pasamos a un antiguo mercado minero para comprar hojas de coca, y lejía, piltanchos y cayapos (cigarros artesanales) para regalar a los mineros, que los consumen todo el tiempo.
La coca es un estimulante que tiene alcaloides que inhiben el hambre y la sed. De esta forma el minero puede soportar la larga y dura jornada dentro de la mina, además de obtener fuerzas para poder trabajar a tan extremas alturas y temperaturas, que oscilan entre los 4oC y los 45oC. La lejía (ceniza con papa, camote, banano y quínoa) se pone en la boca junto con las hojas de coca como catalizador para estimular la salivación.


Regalos para los mineros

En los casi cinco siglos de explotación se han perforado alrededor de 800 entradas o bocaminas, de las cuales unas 300 están en actividad hoy. Además se calcula que se han excavado más de 500 kilómetros de túneles o galerías internas. Susana nos llevó a una de las bocaminas que pertenece a la mina Paila Viri para iniciar nuestro recorrido de una hora y media dentro de la mina.
En las paredes de la entrada de la mina se veían unas manchas negras. Susana nos explicó que esas manchas son de la sangre de una llama macho que es sacrificada al espíritu de la Pacha Mama, durante una ceremonia que se realiza cada año en el mes de junio. La llama se descuartiza y se entierra justo en la bocamina. Para los indígenas, este cerro representa a la madre tierra, que en lengua quechua se dice Pacha Mama. Brindar una ofrenda a la Pacha Mama, les garantiza que el cerro produzca mayor cantidad de plata y otros minerales.
Durante el recorrido encontramos a un minero llamado Julián realizando su trabajo con métodos medievales, sin ninguna tecnología moderna. Con un pesado martillo de dos kilos golpeaba un cincel para abrir un agujero de unos 50 centímetros, ahí coloraría un poco de dinamita para ir sacando el material (especialmente zinc).


Don Julián abriendo un agujero
en la roca manualmente

Don Julián comenzó su trabajo en la mina hace 20 años, siguiendo la tradición de su padre y abuelo. Aunque se sabe de los riesgos de este trabajo, probablemente no tenga otra opción, ya que la minería es la única actividad productiva de Potosí. Algunos mineros cuentan con un taladro que puede simplificar el trabajo, sin embargo don Julián no tiene la posibilidad de comprarlo por el alto costo del mismo.
En un punto nos encontramos una especie de cueva decorada con banderitas y cintas de colores en honor a la Pacha Mama ya que como deidad femenina debe de tener adornos. Al fondo había una imagen impactante del Tío, un verdadero diablo sentado, con cachos, patas de cabra, dos enormes bolas rojas como ojos, bigotes y barba, pelo largo y la boca entreabierta para fumar. En una mano tenía una botella de licor, muchas serpentinas de colores alrededor del cuello, y entre las piernas un gran pene. Alrededor de él había muchas hojas de coca tiradas como ofrenda. Todos los viernes se realiza una reunión de los mineros para agradecer y pedir favores al Tío. Cada persona pasa a agradecer dando ofrendas de alcohol y hojas de coca, prenden un cigarro que colocan en la boca del Tío, derraman un poco de alcohol en el suelo para la Pacha Mama y luego beben, diciendo salud a todos. Este espacio también sirve como un tiempo de convivencia entre los mineros.


El Tío

La mina es un laberinto de túneles que a veces son muy bajos o angostos, y otras veces se abren a mayores alturas. En algunos puntos se descienden a otros niveles, bajamos en total a tres niveles inferiores, unos 65 metros desde el nivel de la bocamina. Mientras caminábamos escuchamos algunas explosiones que se estaban realizando en otros sectores. Al salir de la mina apreciamos la luz del sol y respiramos aire fresco. Es conmovedor haber encontrado estas personas que pasan sus años de juventud en estas cuevas y que quizás cuando ya se retiran de ellas, puedan padecer de alguna terrible enfermedad adquirida en la mina.
Una señora a nuestro paso se dedicaba a seleccionar pequeñas piedras de diferentes minerales –plata, zinc, plomo; su aspecto era de una viejecita de 90 años, pero sólo tenía unos 65. Desde hace 30 años que diariamente realiza este trabajo para subsistir, ya que su esposo murió en la mina y la cooperativa de mineros le permitió ganarse la vida de esta forma para mantener a su familia.


Señora que separa minerales

Suena muy duro el dato de que actualmente cada año mueren cerca de 60 personas dentro de las minas; esto representa al menos una muerte por semana.
La visita al Cerro Rico de Potosí, nos da un ejemplo de que el tiempo no ha pasado en este rincón del mundo, aunque ya no hay una esclavitud declarada, la condición humana de los trabajadores sigue siendo precaria.


Una pareja de potosinos en el parque

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