El blog de los Caracoles Errantes

Viajando por largo tiempo llevando todo en nuestra espalda y nuestra casa es nuestra mochila

21 junio 2006

Visita a Sitios Arqueologicos
Colombia 17 de junio, 2006

Silvia
Al salir de Popayán nos dirigimos al poblado llamado Silvia donde habitan principalmente gente del grupo étnico Guambiano.  Los martes de cada semana realizan un mercado típico donde pudimos observar mujeres hilando lana de oveja, productos de las diferentes comunidades y nos llamó mucho la atención el buen trato de esta gente. 
El traje de los guambianos resalta por su color azul intenso y es interesante observar que los hombres visten un tipo de falda larga que se hacen al enrollar una tela alrededor de su cintura.  La misma tela que usan los hombres como falda es utilizada por las mujeres para cubrirse la espalda.


Hombres guambianos en Silvia

Tierradentro
Visitamos tres parques arqueológicos al sur de Colombia, lo cual fue un regalo esperado y nos permitió admirar la belleza de los dólmenes y las tumbas.
La primera visita fue cerca del poblado de San Andrés de Pisimbalá que está habitado por la comunidad de los indígenas Paeces.  El sitio arqueológico se llama Tierradentro y fue bautizado de esta forma por los españoles debido al difícil acceso que estas tierras representaban a la llegada de los colonizadores.


Iglesia construida por indios paeces,
San Andrés de Pisimbalá

La caminata  por las tumbas de Tierradentro fue cansada pero valió la pena ya que los frescos encontrados dentro de cada una de ellas eran magníficos con trazos simétricos en colores con significado, figuras de animales, todo hecho con gran religiosidad como parte de un ritual a la muerte.  La religión se puede considerar la principal institución de los antiguas habitantes de Tierradentro, se centraban en el culto a la muerte y a los antepasados.  Su universo mágico-religioso estaba poblado de seres míticos relacionados con las fuerzas sobrenaturales.


Gradas en forma de caracol para bajar
a un hipogeo en Tierradentro

Las ranas y los saurios eran símbolos de fertilidad, los jaguares de poder, las serpientes de vida, los lagartos de lo masculino y los ciempiés de lo femenino.  También las aves eran emblemas de la inteligencia y lo celestial.


Pintura dentro de una tumba en Tierradentro

Los entierros eran nombrados según sus características: las tumbas eran entierros sencillos individuales y los hipogeos eran entierros familiares (colectivos) ornamentados con urnas y ofrendas.  Esta práctica funeraria ha sido olvidada por los actuales habitantes.


Hipogeo en Tierradentro

San Agustín
Después de pasar un par de días en San Andrés de Pisimbalá nos trasladamos a San Agustín.  El camino fue por las serranías colombianas, la vía de terracería y los paisajes bonitos.  En Tierradentro habíamos conocido a dos israelitas, Tamy y Asi, con quienes ya habíamos establecido amistad.  Ahora viajábamos juntos y pasamos algunos días en los que pudimos compartir caminatas con Asi y un poco de baile y celebración del cumpleaños de Tamy quien estaba encantada con los pasteles que se hacen por estas tierras.
Recorrimos el sitio arqueo-lógico de de San Agustín en una mañana nublada, incluso lluviosa, pero nos pareció agradable andar por los senderos ya que es un lugar muy cuidado.  Este sitio es poco visitado debido a su lejanía de otras ciudades y a los rumores de que existe presencia de la guerrilla colombiana, sin embargo, nosotros no tuvimos ningún problema y el pueblo nos pareció muy tranquilo. 


Jorge, Ricardo y Carlos frente a un dolmen en San Agustín

Al observar las diferentes mesetas pudimos admirar la belleza de los dólmenes (monumentos megalíticos en forma de mesa, compuestos de una o más lajas colocadas de plano sobre dos o más piedras verticales) de piedra volcánica y estatuas talladas con figuras antropomorfas y zoomorfas.  La misteriosa cultura agustiniana dejó plasmada su idiosincrasia en estas piedras con mucha religiosidad.
Cerca de San Agustín se encuentra otro parque llamado “El Alto de los Idolos”.  Cuando decidimos visitarlo sabíamos que sería una larga y ardua caminata, así que preparamos algo para comer y suficiente agua, además de toda la energía y ánimos.  Bajamos la ladera de la montaña hasta llegar a un viejo puente que cruza una de las partes más angostas del río Magdalena, un río con mucha fuerza.  Caminamos hacia arriba por un pequeño sendero lleno de hierba, disfrutando de las vistas, así como de dos cascadas de gran altura.  La caminata fue larga, en el trayecto pudimos apreciar algunas haciendas y saludar a la gente.  Finalmente llegamos al sitio arqueológico, el cual era espectacular ya que estaba en la cima de unas pequeñas colinas.
Después de recorrer el parque nos acostamos un rato a descansar y de pronto escuchamos que se acercaba una “chiva” (vehículo de transporte público utilizado en zonas rurales), corrimos a preguntar hacia donde iba y decidimos subirnos a ella pues nos acortaría un poco el camino de regreso.  Este viaje en chiva nos permitió compartir con la gente que venía del mercado de un pueblo cercano llamado San José de Iznos.


Chiva que nos transportó una parte
del camino desde el Alto de los Idolos

La chiva venía muy llena y algunas personas viajaban en el techo junto con los víveres que habían comprado en el mercado. Jorge logró un lugar dentro de la chiva, mientras que Ricardo tuvo que sentarse en el techo junto con Asi y Carlos se fue colgado en la parte de atrás./p>

Mientras estuvimos en San Agustín se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Colombia. Por esta razón permanecimos un par de días adicionales en este pueblo pues el transporte público se paraliza para esta ocasión.  Nuestra estancia fue muy placentera y encontramos dos lugares muy agradables, el primero era una pequeña pizzería atendida por una mujer franco-alemana que hacía una pizza de chuparse los dedos. 
El otro lugar era un café llamado “La Ricura”.  Allí diariamente íbamos a disfrutar de las “almojábanas” (pan de yuca) que son muy típicas de Colombia, así como el pan de achira (harina obtenida de una platanilla). 
La propietaria de la panadería, doña Gloria, era una señora muy simpática que nos invitó a conocer la panadería y a intentar hacer algunas rosquillas, así nos levantamos una mañana muy temprano para llegar a la hora en que preparaban el pan del día.  Doña Gloria nos dio sus recetas y nos motivó a que montáramos una panadería al regreso a nuestro país.  Esa mañana desayunamos café con leche y pan del que habíamos preparado.


Jorge intenta hacer rosquillas

 

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Andando por los cafetales
Colombia 5 de junio, 2006

Escrito por Jorge

Cuando empezamos a planear este viaje tan anhelado y esperado por Sur América recordé lo que muchas veces en los cursos de agroecología y agroferestería me había dicho: “cuánto habría aprovechado mi viaje por Asia si hubiera tenido la visión del campo que tengo ahora”.
Nunca es fácil empezar algo nuevo y mucho menos cuando se viene de una formación bastante distinta a los nuevos intereses.  Sin embargo, me he encontrado con personas que me han ayudado a vislumbrar esos nuevos caminos.  A veces las cosas no están tan claras: un correo electrónico que no responde, o un contacto que no aparece.  Todo eso hace que uno se desmotive y piense en dejar las cosas tal y como están.  Entonces es cuando aparecen personas claves como Nelson y Henry, dos colombianos que trabajan y conocen el mundo de café en su departamento de Santander.


Casa campesina en medio del cafetal, Santander

A Nelson lo conocí cuando entraba a su oficina en la Federación Nacional de Caficultores de Colombia, en la pequeña ciudad de San Gil.  Yo había visto la oficina durante el día mientras buscábamos un hotel y cuando pasaba de nuevo por ahí me animé a hablarle y pedirle información sobre la zona cafetalera del departamento.  Él muy amablemente me atendió y me dio información muy valiosa, además nos contactó con su amigo Henry para que nos llevara a recorrer la zona.
Mi sorpresa fue encontrar que estábamos en una región muy importante de cafetales de sombra en Colombia, en donde se hace mucho trabajo de asesoría y certificación de cafés orgánicos que se exportan principalmente a Europa. 


Cafetal con sombra, Santander

El viaje que Henry nos hizo fue extraordinario ya que tuvimos oportunidad de visitar esos cafetales que son bosques, ver cómo vive la gente y hablar con algunos de ellos.  Algo novedoso para mí fue ver cómo en Colombia cada productor despulpa, lava y seca su café, entonces ellos venden el café a la federación, o a alguna cooperativa o empresa privada que se encarga de trillarlo (quitarle la cáscara) y comercializarlo.  La gente nos dijo que esto es lo que hace al café colombiano especial y famoso en el mundo.
Estas casualidades y este regalo de ver la agricultura en armonía con la naturaleza dan la motivación necesaria para seguir con esta hermosa aventura.
          En el departamento de Risaralda se encuentra la Orgánica Tatamá que es una organización dedicada al fomento, comercialización y desarrollo de cultivos de café orgánico.  Esta organización se basa en la cooperación y formación continua de asociados, asegurando un crecimiento independiente y sostenido, económicamente viable, ecológicamente saludable y social-mente justo para sus miembros.


Máquina para despulpar el café en seco

Todo esto puede parecer muy utópico y posiblemente sería necesario pasar una buena temporada en Apía, el pueblo donde operan ellos, para lograr darse cuenta de que sí se ha logrado cumplir con estos objetivos.  Nosotros tuvimos la oportunidad de pasear por la fincas “cafeteras” de Apía.  La hospitalidad y la disposición por compartir con nosotros sus conocimientos caracte-rizaron a los campesinos de esta zona todo el tiempo.

La gente coincide en que donde hay café hay trabajo y que donde hay trabajo hay paz.  Se siente un apoyo real de organizaciones como la Agropecuaria o la Federación hacia los productores.  Percibimos un gran orgullo de los caficultores por lo que hacen y mucha dignidad por la forma en que viven. 
Los caficultores de otras localidades que pudimos visitar como San Andrés y San Agustín en los departamentos del Cauca y del Huila, respectivamente, expresaron senti-mientos e impresiones similares.
          El café de Colombia es toda una institución de más de 500,000 familias que dependen de este cultivo directamente para su subsistencia.  Hay muchos involucrados con mucha historia y experiencia para aprender y compartir con el mundo.


Don Emiro muestra un mata llena de café

 

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Villa de Leyva
Colombia 28 de mayo, 2006

Villa de Leyva

El trayecto entre San Gil y Tunja transcurrió por un camino hermoso, con campos verdes y montañas con vegetación de altura.  La carretera fue subiendo poco a poco hasta llegar a una altitud de 2800 metros donde se encuentra Tunja, la capital del departamento de Boyacá.
Decidimos tomar un bus para continuar a Villa de Leyva, un pueblito colonial que está a unos 40 kilómetros de Tunja.  Ahí encontramos un hotel magnífico, otra vez nos tocó ser los únicos huéspedes del hotel.  Tomamos un poco de confianza y por la noche le pedimos a Elvira que si nos permitía usar su cocina para prepararnos algo de comer.  Ella muy amablemente nos dijo que sí. 


Calle de Villa de Leyva

Encontramos a María y a Isela preparando un “ponqué” (paste o queque) para celebrar el cumpleaños de la hija de la primera.  Estaban mezclando la harina, muchos huevos, y pusieron raspadura de cáscara de naranja y amaretto. 
Nosotros preparamos nuestra cena y cuando ya estábamos terminando de cenar ellas también habían terminado con la mezcla y los ponqués ya estaban en el horno.  Entonces se nos ocurrió invitarlas a jugar con nosotros un juego que andamos y que consiste en hacer dibujos y adivinar (Ideografic). 
Nos pusimos a jugar entusiasmados y entre dibujo y dibujo a María se le olvidó cuidar sus ponqués pues Isela había salido un momento a hacer algún mandado.  Corrimos al horno y comenzamos a sacar uno a uno los pasteles del horno.  El primero salió en su punto, el siguiente tenía un poquito quemado el fondo y los últimos dos requirieron de un poco de cirugía reconstructiva de parte de María quien muy pacientemente les fue raspando lo que estaba quemado.


María limpiando un ponqué

Al día siguiente los iban a decorar y seguramente nadie iba a notar el accidente.  Después de reírnos y lamentarnos un rato del percance nos retiramos a dormir.  María solamente dijo “ahora que ya hicieron el mal se van”.
A la mañana siguiente cuando nos sentamos a desayunar apareció Elvira con un plato y tres tajadas de ponqué que estaba delicioso.

El proyecto de Alieth

En Villa de Leyva encontramos un negocio que nos llamó la atención.  En él se venden los productos de un grupo de mujeres que fueron motivadas por Alieth, una mujer entusiasta que inició un proyecto de producción de lana y tejidos como ruanas (ponchos), gorros, bufandas y más, con mucho colorido. 
El proyecto tiene un gran sentido porque en él trabajan 32 mujeres que son madres cabeza de familia y que con el empuje de Alieth se han enfrentado a una vida de trabajo sin el apoyo de un hombre en a su lado. 
Algunas mujeres producen la lana, desde la cría de las ovejas y el esquilado, otras la tiñen y otras trabajan en el telar para tejer muchos productos que son diseñados por Alieth.

 


Tejidos de lana de Alieth



Vendedor de aguacates en el mercado


Campesino con su poncho

 

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Santa Cruz de Mompos
Colombia 22 de mayo, 2006

Mompos

Si la llegada a Mompós nos pareció complicada, aún más lo iba a ser la larga travesía que deberíamos hacer para llegar a nuestro siguiente destino, Bucaramanga.
          Llegamos a esta pequeña ciudad el día 3 de mayo.  Casualmente un día como ese hacía 469 años esta ciudad fue fundada por Alonso de Heredia justo el día de la Santa Cruz en 1437.  Mompós está ubicada en una isla fluvial que forma el río Magdalena y que tiene unos 100 kilómetros de largo, la ciudad tiene menos de 30000 habitantes.


Atravesando el río Magdalena

A pesar de que se pueden encontrar muchas cosas modernas en ella, como bancos, internet, farmacias, etc., en muchos aspectos parece que el tiempo no ha pasado.  Por alguna razón, desde que llegamos a este lugar nos sentimos trasladados al pueblo que García Márquez describió en Cien Años de Soledad y que le llamó Macondo.


Vendedor lleva sus mercancías en canastas sobre el burro

Fue una gran suerte tener la posibilidad de hospedarnos en la casa de doña Aurora ya que pudimos disfrutar de una antigua casa colonial con paredes muy altas, corredor alrededor de un patio central y muy fresca, lo cual para el gran calor que hacía en Mompós, era como tener un refugio donde protegernos de ese clima tan cruel.


La casa de doña Aurora

El hotelito era atendido por Carmen, la única hija de doña Aurora quien tenía un carácter fuerte pero era muy jovial a la vez.  La misma doña Aurora estaba pendiente de nosotros, sus únicos huéspedes en varios días, y nos daba naranjas y nos invitaba a jugar lotería con ella, con su hermana y con Carmen, quienes tenían todo organizado para darse las grandes jugadas.


Jugando lotería

Era claro que Mompós había sido una ciudad que tuvo una gran importancia económica, especial-mente por su ubicación estratégica a orillas del río Magdalena como un punto intermedio entre Cartagena y las ciudades del interior.  Actualmente sobreviven tradiciones muy antiguas tales como la elaboración de mecedoras y las famosas joyas de filigrana de plata (tejido muy fino con hilos de plata) que tiene sus bases en prácticas precolombinas.
          La noche antes de partir estuvo lloviendo muchísimo, nos pareció agradable pues de esa forma se refrescaría un poco, pero no se nos ocurrió que a causa de esa gran lluvia el camino de tierra que debíamos recorrer se iba a convertir en un lodazal.  A las 5 de la mañana nos levantamos y nos alistamos. El bus fue muy puntual al salir, el paisaje era agradable y el día estaba fresco por la gran lluvia de la noche anterior.  Pudimos apreciar el típico paisaje de las ciénagas, con el río a un lado y grandes extensiones de tierra inundada al otro formando pequeñas y grandes lagunas.
          No sabíamos que el conductor era novato en esta ruta y cuando llevábamos una hora de camino se detuvo a preguntar por un pueblo llamado El Botón donde supuestamente podríamos tomar un pequeño ferry para cruzar el río.  Le contestaron que tal pueblo lo habíamos dejado bastante atrás, entonces tuvo que regresarse.
          Lo peor fue cuando el bus se quedó pegado en el lodo.  Aparecieron de pronto unos diez hombres con sus palas completamente cubiertos por el barro, ellos ayudaron a sacar el bus del atolladero.  Sin embargo, el drama continuó hasta un punto en que no había forma de avanzar pues encontramos un camión atascado que no daba paso a nadie.  Se hicieron todos los intentos por moverlo y no fue sino hasta mucho tiempo después cuando apareció una gigantesca y poderosa máquina que logró despegar el camión.  Luego uno a uno fueron remolcados todos los carros que esperaban y pasaron resbalados sobre el barro incluyendo a sus pasajeros y, por supuesto, a nosotros.


Hombres ayudan a sacar un camión
del barrial

          Pensábamos que los problemas habían acabado y pronto llegaríamos a El Burro donde empezaba la carretera asfaltada, pero unos kilómetros después tuvimos que detenernos porque un eje se había quebrado.  Nos acordamos de Adiela que nos había mencionado que una característica de los colombianos es que todo lo arreglan, y estos tipos aunque tardaron como una hora, lograron remendar el eje y no sabemos cuantas cosas más.  La historia continuó porque al rato se recalentó el motor y hubo que detenerse otra vez a estirar los músculos mientras nuestro Rocinante se enfriaba.
          A las 7 de la noche llegamos a San Alberto, después de 13 horas de viaje.  Ya era de noche y el conductor nos puso otra vez en una encrucijada, aunque ya faltaban “solamente” dos horas para ver la tierra prometida de Bucaramanga, él proponía que debíamos desviarnos hacia Barranca Bermeja porque tenía que ir a dejar primero a una señor que era de ahí y que por los “pequeños atrasos”  había

perdido su conexión.  Esto sólo nos atrasaría dos horas más de lo que ya nos faltaba.  Nos pusimos furiosos y comenzó el estira-y-encoge.  Se nos pasó otra hora entre discusiones y en que el chofer se fue a comer y nos dejó solos quejándonos.  Finalmente nos montó en un par de taxis y nos mandó a nuestro destino.  El taxi volaba y como ya era de noche tuvimos bastante susto de lo que pudiera ocurrir en el camino, pero llegamos completos, con miles de dolores pero felices de llegar después de 17 horas a la capital de Santander, una tierra que prometía ser paradisíaca.

 

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El Caribe Colombiano
Colombia 10 de mayo, 2006

Cartagena de Indias

          Como tres bucaneros en busca del tesoro nos fuimos a los mares de Cartagena, la ciudad amurallada, tierra original de los indios Zenú hasta la llegada de los españoles en 1533.  Esta hermosa ciudad colonial, construida a las orillas del Caribe colombiano, tuvo su importancia en los siglos XVI y XVII, ya que fue un puerto comercial entre América y Europa. 


Vendedora de dulces

La historia de Cartagena se entrelaza con tres hilos de matices culturales distintos: los indios Zenú, los españoles y los negros, que actualmente entretejen un bordado multicultural que podemos notar en sus calles y casas, en los sabores y olores de la comida, en la forma de ser y de hablar, en la música y en la danza, etc.  Estar ahí nos hizo conocer una pequeña parte de su historia, pudimos visitar el Museo del Oro con una muestra del arte orfebre precolombiano, el Palacio de la Inquisición con una clara muestra de los instrumentos usados para la tortura de los herejes, y el Castillo de San Felipe de Barajas (fortaleza de piedra representativa de la ciudad).


Vendedora de frutas

Recorrer Cartagena es toda una aventura, pero es más impresionante si se hace de noche, la rumba cartagenera es bullanguera, la gente deambula por las calles, las volantas (carretas tiradas por caballos) paseando por callejones, y en las plazas no pueden faltar los trovadores, que al igual tocan canciones románticas como vallenatos que ponen a bailar al más “entumido” de los noctámbulos; en fin, Cartagena de noche es todo un espectáculo de luz y de fiesta.

 


Hermosos balcones de madera



Vista de la ciudad antigua
(Templo de Santo Domingo)

Algo que llamó nuestra atención fue la visita al Palacio de la Inquisición, estar ahí fue remontarnos a épocas de herejes.  Fue sorprendente conocer desde “la ventana de las denuncias” hasta la báscula en donde se pesaban a “las brujas” (una persona con poco peso era sospechosa pues las brujas eran livianas para poder volar).  Afortunadamente la Santa Inquisición es historia, así que aquí apuntamos una oración de brujería que recomendamos a todas nuestras amigas brujas y esperamos que el hechizo surta efecto:

Oración del señor de la calle

Señor de la calle,
Señor de la calle,
Señor compadre,
Señor cojuelo.

Que hagáis a XXX
que se abrace solamente a mí,
y que me quiera y que me ame,
y que si es verdad
que me ha de querer,
que ladre como perro,
que rebuzne como asno
y que cante como gallo.


Tayrona

          En el Mar Caribe y no muy lejos de Santa Marta se encuentra un paradisíaco lugar, el Parque Nacional Tayrona.  Está situado en un litoral bastante particular ya que en 42 kilómetros el terreno se eleva desde el nivel del mar hasta alcanzar los 5700 metros en la Sierra Nevada de Santa Marta; esto hace posible la existencia de una gran variedad de ecosistemas entre los que se pueden encontrar: desierto, manglar, arrecife coralino, bosque seco, bosque húmedo y páramo.  Los Tayronas escogieron esta zona para establecer sus pueblos debido a la gran gama de productos que podían obtener de tantos ecosistemas.


Restos de un barco encallado en las rocas

          El mar color turquesa está bordeado por formaciones de piedra, las cuales toman formas caprichosas al encontrarse una roca sobre otra que se sostienen entre ellas desafiando las leyes de la física.  Encontramos hospedaje en un lindo ranchito ubicado en lo alto de una montañita formada por estas mismas rocas, casi rodeada en toda su circunferencia por el mar.  Era un ranchito encantador en donde se sentía la brisa del océano todo el tiempo ya que teníamos que dormir en unas hamacas en la parte baja del rancho que no tenía paredes.
          Después de un largo día de sol, playa y mar nos fuimos a descansar a nuestras cómodas hamacas, cuando ya teníamos cuatro horas de sueño empezamos a sentir que el viento ya no estaba solo, ahora lo acompañaba la sorpresiva lluvia.  Se oían puertas, tablas y bolsas moverse sin parar.  Nosotros tratábamos de cubrirnos del agua lo más que podíamos.  A todos esos ruidos se unió el susurro de otros viajeros que compartían la cabaña, quienes apresuradamente trataban de colocar sus cosas en un lugar más seguro y protegido del agua. 


La cabaña

Yo (Jorge) decidí encender el foco y ver lo que pasaba en nuestro refugio.  El agua estaba por todos lados y al igual que las maletas de los otros compañeros, nuestras mochilas se estaban mojando.  Me levanté a poner las cosas a salvo y no pude librarme de empaparme los pies.  Una vez terminada mi misión y verificar que Carlos y Ricardo estaban a salvo, me fui a esconder de nuevo en mi maravillosa hamaca.


Antiguo camino de piedra

          Al día siguiente nos levan-tamos comentando cada quien su experiencia.  Los tres coincidimos en que aquello nos había parecido una tormenta en medio del mar y que nuestra cabaña se había parecido a un barquito en alta mar.  Confiábamos en el dicho que dice que después de la tormenta viene la calma y así fue,  el día siguiente fue muy hermoso.  Tomamos nuestras provisiones y nos fuimos a buscar la zona arqueológica “el Pueblito”. 


Choza Tayrona emplazada en un antiguo montículo de piedra

Caminamos dos horas rumbo arriba disfrutando de la exhuberante naturaleza y de un sorprendente camino de piedra que muestra el ingenio de los Tayronas y la generosidad de la naturaleza al brindar el material para hacerlo.  Disfrutamos de nuestro delicioso almuerzo (atún con mayonesa y chícharos o alberjas con galletas) en las terrazas circulares construidas hace muchos años por los Tayronas, las cuales todavía son habitadas por sus últimos descendientes.  Sin duda fue una hermosa temporada en las tierras de estos primeros pobladores.


Niña Tayrona

 

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18 junio 2006

Medellin y sus alrededores
5 de mayo, 2006


Antes de partir

          El 19 de abril empezamos temprano el día, había muchos detalles que nos quedaban por ahí dando vueltas.  Un rápido desayuno.  El día era esplendoroso con un sol radiante en Anam Cara.  Ya pronto yo (Ricardo) me puse a pasar la brocha con el barniz a la puerta de la terraza, mientras Carlos daba sus últimas pasada a algunos vidrios para no dejarlos tan sucios.  Allá Jorge se fue a hacer un trabajito en un tubo de agua caliente para que no quedara estorbando en el nuevo ropero. 
Al rato Jorge se dio cuenta de que al conectar de nuevo el agua, comenzó a salir agua del tubo que había tapado hacía unos minutos y de pronto un gran charco se había formado en la cocina.  Tuvimos que cerrar definitivamente el agua para dejar que el pegamento secara bien y decidimos irnos sin bañar a casa de mis papás. 
Allá mamá nos esperaba con un almuerzo digno de ella, un delicioso Gallo Pinto, picadillo de papa, palmito, platanitos fritos con natilla y un delicioso fresco de cas.  Fue una despedida muy animada, llegó Carigo, Mau y Cata, todos amigos entrañables y muy hablantines lo cual hizo que pasáramos un rato inolvidable.


Vendedor de guarapo
(bebida de caña y limón)


Catedral de Medellín
(construida en ladrillo)

 

Despertar en Medellín

Pasadas las 6 de la mañana escuchamos un vendedor gritando por las calles: ¡Panochas de chócolo! ¡Las arepas! ¡Panochas de chócolo! ¡Las arepas!  ¡Las tortas, las ricas tortas!
¿Qué es eso?  Bueno, no tuvimos tiempo ni ganas de levantarnos para conocer que era, así que hicimos un plan para el día siguiente, prepararnos con la cámara para tomar un video y comprar esas “cosas” para probarlas.
Llegada la hora en que el vendedor pasaba escuchamos el anuncio gritado a viva voz:  ¡Panochas de chócolo!  ¡Arepas!   En ese momento Ricardo se levantó entre sueños como loco preguntando por la cámara y la plata, todo desorientado y sin gafas. 

  1. Carlos. ¿La plata?
  2. Jorge. ¿La cámara? ¿Las pilas?

En un santiamén encontró las cosas y corrió a abrir la puerta para gritarle al vendedor y con la ayuda de Lucía compraron la ansiada comida.  Eran 5 tortitas y una panocha por 4500 pesos colombianos.  La panocha es como una tortilla gruesa de maíz molido muy sabrosa y las tortitas estaban más deliciosas ya que son bolitas de maíz fritas parecidas a un tamalito, sirven para acompañar cuando se toma un perico (café con leche) o un tinto (café negro).  Gracias a este alboroto que hizo Ricardo pudimos acompañar nuestro desayuno con panochas y tortitas de chócolo.

Medellín

La ciudad de Medellín se caracteriza indudablemente por las colinas que rodean un valle y que se encuentran pobladas con construc-ciones hechas en su mayoría en ladrillo por lo que se nos ocurrió llamarla “la ciudad rojiza de América”.

Nos han parecido muy interesantes los contrastes de esta ciudad, por un lado encontramos una excelente infraestructura vial, hermosas edificaciones modernas o viejas, el metro  con su línea “metro-cable” única en América Latina y quizás una de las pocas en el mundo, hermosos parques como el de los Pies Descalzos y el de las Luces o el parque de las Esculturas de Botero.  Todo esto muestra una buena planeación urbana y una adecuada utilización de los recursos. 

 


Metro-cable


Adán y Eva de Botero

 

En contraposición se siente en la ciudad mucha inseguridad derivada de la delincuencia y la anarquía relacionada con problemas sociales muy complejos. 
Medellín es la capital de un gran departamento llamado Antioquia y a su gente les llaman con cariño “los paisas”.  Son cultos y se ve una alta promoción de la cultura para todos.  Hemos compartido con la familia de Adiela y con Jeannette, una linda amiga.  Ellos nos han tratado con mucha hospitalidad y nos han ofrecido de corazón todo lo que tienen, la mamá Lucía quizo en estos días tratarnos como sus hijitos adoptados y nos consentía y regañaba como a sus propios niños.  Esta familia es sin duda una muestra de esta cultura de hospitalidad antioqueña.
Medellín ha sido el inicio de nuestro viaje.  Quizás no ha sido la ciudad más tranquila para empezar pero Adiela y su familia nos han hecho sentir como en casa y nos han ayudado a cargar baterías para todo lo que viene en este extraordinario viaje. 

 


Viajando en chiva


Entrada al pueblo Guatapé (Antioquia)


Calles adornadas en Guatapé


El Peñol y el embalse en el campo antioqueño


Santa Fe de Antioquia


Gente amable y trabajadora
en Santa Fe de Antioquia

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