El blog de los Caracoles Errantes

Viajando por largo tiempo llevando todo en nuestra espalda y nuestra casa es nuestra mochila

21 junio 2006

Andando por los cafetales
Colombia 5 de junio, 2006

Escrito por Jorge

Cuando empezamos a planear este viaje tan anhelado y esperado por Sur América recordé lo que muchas veces en los cursos de agroecología y agroferestería me había dicho: “cuánto habría aprovechado mi viaje por Asia si hubiera tenido la visión del campo que tengo ahora”.
Nunca es fácil empezar algo nuevo y mucho menos cuando se viene de una formación bastante distinta a los nuevos intereses.  Sin embargo, me he encontrado con personas que me han ayudado a vislumbrar esos nuevos caminos.  A veces las cosas no están tan claras: un correo electrónico que no responde, o un contacto que no aparece.  Todo eso hace que uno se desmotive y piense en dejar las cosas tal y como están.  Entonces es cuando aparecen personas claves como Nelson y Henry, dos colombianos que trabajan y conocen el mundo de café en su departamento de Santander.


Casa campesina en medio del cafetal, Santander

A Nelson lo conocí cuando entraba a su oficina en la Federación Nacional de Caficultores de Colombia, en la pequeña ciudad de San Gil.  Yo había visto la oficina durante el día mientras buscábamos un hotel y cuando pasaba de nuevo por ahí me animé a hablarle y pedirle información sobre la zona cafetalera del departamento.  Él muy amablemente me atendió y me dio información muy valiosa, además nos contactó con su amigo Henry para que nos llevara a recorrer la zona.
Mi sorpresa fue encontrar que estábamos en una región muy importante de cafetales de sombra en Colombia, en donde se hace mucho trabajo de asesoría y certificación de cafés orgánicos que se exportan principalmente a Europa. 


Cafetal con sombra, Santander

El viaje que Henry nos hizo fue extraordinario ya que tuvimos oportunidad de visitar esos cafetales que son bosques, ver cómo vive la gente y hablar con algunos de ellos.  Algo novedoso para mí fue ver cómo en Colombia cada productor despulpa, lava y seca su café, entonces ellos venden el café a la federación, o a alguna cooperativa o empresa privada que se encarga de trillarlo (quitarle la cáscara) y comercializarlo.  La gente nos dijo que esto es lo que hace al café colombiano especial y famoso en el mundo.
Estas casualidades y este regalo de ver la agricultura en armonía con la naturaleza dan la motivación necesaria para seguir con esta hermosa aventura.
          En el departamento de Risaralda se encuentra la Orgánica Tatamá que es una organización dedicada al fomento, comercialización y desarrollo de cultivos de café orgánico.  Esta organización se basa en la cooperación y formación continua de asociados, asegurando un crecimiento independiente y sostenido, económicamente viable, ecológicamente saludable y social-mente justo para sus miembros.


Máquina para despulpar el café en seco

Todo esto puede parecer muy utópico y posiblemente sería necesario pasar una buena temporada en Apía, el pueblo donde operan ellos, para lograr darse cuenta de que sí se ha logrado cumplir con estos objetivos.  Nosotros tuvimos la oportunidad de pasear por la fincas “cafeteras” de Apía.  La hospitalidad y la disposición por compartir con nosotros sus conocimientos caracte-rizaron a los campesinos de esta zona todo el tiempo.

La gente coincide en que donde hay café hay trabajo y que donde hay trabajo hay paz.  Se siente un apoyo real de organizaciones como la Agropecuaria o la Federación hacia los productores.  Percibimos un gran orgullo de los caficultores por lo que hacen y mucha dignidad por la forma en que viven. 
Los caficultores de otras localidades que pudimos visitar como San Andrés y San Agustín en los departamentos del Cauca y del Huila, respectivamente, expresaron senti-mientos e impresiones similares.
          El café de Colombia es toda una institución de más de 500,000 familias que dependen de este cultivo directamente para su subsistencia.  Hay muchos involucrados con mucha historia y experiencia para aprender y compartir con el mundo.


Don Emiro muestra un mata llena de café

 

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