Machu Picchu
Perú, 19 de Diciembre, 2006
Cusco
Después de estar viajando casi 8 meses por lugares tan maravillosos de Sur América, para cerrar con broche oro nos fuimos a Cusco, la que fue capital del imperio inca, y a la ciudad sagrada de Machu Picchu.
Plaza de armas de Cusco
Pensábamos que por el hecho de estar viajando tanto tiempo y haber visto ciudades coloniales tan bellas, tal vez ya no sería tan impactante nuestra llegada a Cusco. Sin embargo, tuvimos razones para quedar boquiabiertos una vez más.
Una calle de Cusco
Los españoles encontraron esta ciudad imperial con grandes edificaciones cuyas bases estaban construidas con enormes bloques de piedra. Las técnicas arquitectónicas de los incas eran muy avanzadas, lograban cortar las piedras de tal forma que encajaran unas con otras casi perfectamente, como si fuera un gran rompecabezas de tres dimensiones.
Rezando a la Virgen en la Catedral
Debido a la importancia que tenía esta ciudad para los incas, los conquistadores españoles quisieron construir sobre ella una nueva ciudad tratando de eliminar los rastros del esplendor que la ciudad inca poseía. Literalmente utilizaron las bases de los edificios existentes para construir los suyos. El ejemplo más cruel lo vimos en el convento de Santo Domingo que se levanta sobre los cimientos del Templo del Sol de los incas.
Descendientes de los incas
Los incas fueron tan buenos arquitectos que muchas de las bases que dejaron se conservan en un estado admirable aún hoy, más de 500 años después de su construcción, habiendo soportado terremotos que destruyeron muchas edificaciones levantadas por los españoles.
Cusco de noche
Machu Picchu
Para visitar Machu Picchu desde Cusco existe un tren que hace el recorrido en unas tres horas hasta Aguascalientes, la base del monte donde se encuentra esta ciudad inca. Sin embargo, durante el gobierno de Fujimori esta ruta fue cedida en concesión a una compañía española-chilena que opera y mantiene el monopolio. Además el costo del viaje es elevadísimo, siendo que un extranjero tiene que pagar $70 por el viaje de ida y regreso hasta Aguscalientes.
Puesto que esta es la única ruta directa y el precio es exorbitante, se ha puesto de moda entre los viajeros de bajo presupuesto o mochilero (o caracoles), el hacer el viaje dando un enorme vueltón pero más barato.
Nosotros decidimos hacerlo de esta forma. Tomamos un bus desde Cusco hasta Santa María que duró unas 6 horas. Llegamos por la noche a este pueblito y buscamos un alojamiento muy básico para descansar. A las 4:30 de la madrugada nos levantamos para tomar una buseta que nos llevaría hasta Santa Teresa en una hora y media de viaje. A las 7:00 de la mañana ya estábamos caminando a orilla del río Vilcanota-Urubamba.
Paso sobre el río Vilcanota-Urubamba
Después de una hora y media el camino se acababa y debíamos continuar por la línea del tren. A las orillas del camino encontramos cafetales con árboles altos y matas de banano en el medio. Desde Cusco que está a una altitud de 3300 metros habíamos venido a tierras más bajas con un clima sub-tropical, a una altitud de 1500 metros. El río se abría camino entre unos cerros gigantescos con formas impresionantes e imponentes. Sabíamos que sobre alguno de esos montes se escondía la mítica ciudad inca.
Caminando bajo la lluvia
por la línea del tren
Comenzó a llover suavemente y pensamos que seguramente los turistas que venían en el tren ya habrían salido desde Cusco y vendrían muy cómodos en sus asientos tomando fotos. Nuestra ruta por el camino largo nos pareció encantadora, si bien requeríamos un mayor sacrificio.
Fueron 2 horas y media de camino siguiendo la línea del tren hasta que cansados llegamos a Aguascalientes. Tomamos un café con leche para reponer energías. Después de un descanso y antes de comenzar el ascenso, fuimos a la boletería para comprar nuestras entradas a Machu Picchu. El costo de la entrada para extranjeros era de $40, cifra que nos pareció salida de toda lógica ya que el hecho de que sea un lugar histórico, bello y aún patrimonio de la humanidad, no da derecho a ningún país a lucrar de esa forma. Comparamos los precios que hemos pagado en sitios similares alrededor del mundo y no encontramos nada igual. Con MUCHA FRUSTRACION sacamos el dinero del bolsillo y obtuvimos las entradas.
También existe un bus que por la módica suma de $15 hace el recorrido desde Aguascalientes hasta la cima donde está Machu Picchu. Obviamente no lo íbamos a pagar e hicimos la caminata de poco más de una hora por un sendero precioso que va entre árboles y tiene las vistas de los cerros que se levantan al otro lado del río Vilcanota-Urubamba.
Hacía un buen rato que había dejado de llover, sin embargo, unos minutos antes de llegar a la entrada comenzó a caer otra vez una pequeña llovizna y la niebla comenzó a tapar al imponente monte que se levanta detrás de la ciudad sagrada, el Wayna Picchu. El paisaje era misterioso y aunque hubiéramos deseado un día soleado, la belleza del lugar nos llenaba de gran emoción. Subimos hasta las terrazas más altas desde donde se tenía una vista panorámica de toda la ciudad.
Vista desde la parte alta de la ciudad
Durante un buen rato nos estuvimos moviendo para tener diferentes vistas y evitar un poco las aglomeraciones de gente. Más tarde la lluvia se hizo más pesada, hasta llegar a ser molesta. Ya estábamos empezando a lamentarnos cuando descubrimos un sitio ideal para refugiarnos. Era una antigua construcción a la que en el proceso de restauración le habían puesto un techo de paja como probablemente había tenido en el tiempo de los incas.
Un refugio mientras llovía
Cuando dejó de llover salimos de nuestro refugio y vimos que casi toda la gente se había ido. Las montañas se estaban despejando, de pronto la niebla comenzó a subir desde lo más hondo del cauce del río Vilcanota-Urubamba y otra vez todo se llenó de una suave neblina. Sin embargo, unos minutos más tarde ya la neblina había subido tanto que llegaba hasta las nubes. La ciudad estaba totalmente despejada y el sol de la tarde pudo brillar.
Complejo habitacional
Fue un espectáculo sobrecogedor, un verdadero regalo del cielo. En la ciudad donde se veneró al Inti, al Sol, esa tarde también nosotros tuvimos la magia de sentirlo como rey. La ciudad estaba casi desierta, el sentimiento era de gran regocijo, todo lo que habíamos visto se intensificaba. Sentimos que valió la pena todo el esfuerzo, sentimos que merecíamos ese momento.
Atardecer en Machu Picchu
Esperamos hasta el último momento para bajar. Ya el sol se había ocultado y la luz se nos acababa. Mientras bajábamos nos reíamos, saltábamos, compartíamos todas las sensaciones. Aquí fue el momento de recordar a algunas personas que nos encargaron vehementemente hacer este viaje teniéndoles presentes y así lo hicimos. Habíamos coronado un largo sueño, en la ciudad sagrada de los incas nos dimos cuenta de que nuestro largo viaje también estaba llegando a su fin.
Epílogo
Un largo viaje de 21 horas nos llevó de Cusco a la capital del Perú, Lima. Allí nos dimos el gusto de comernos un riquísimo ceviche y luego pasamos la última noche en la casa de Oli, una amiga de hace muchos años de Nena, la hermana de Ricardo.
Volamos de Lima a Panamá donde hicimos una estación de tres días antes de regresar a Costa Rica. Después de un viaje de 8 meses, el tomar el avión nos hace sentirnos como en la historia de los niños que entraron en el guardarropa y ahora regresan a la realidad. Hemos visto y vivido tantas cosas durante este tiempo que parece que el mundo ha cambiado, sin embargo, al otro lado del guardarropa la vida ha continuado y muchas cosas siguen igual, otras sí habrán cambiado. Ahora nos toca regresar a reconocer este mundo y estas cosas; con mucha ilusión queremos retomar todo aquello que un día dejamos atrás.
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Etiquetas: Peru
Potosi
Bolivia, 7 de Diciembre, 2006
El Cerro Rico
Cuenta la leyenda que Manco Kápac, el máximo gobernante del imperio Inca, llegó a estas tierras y los habitantes le ofrecieron figuras de plata como obsequio. El gobernante preguntó que de dónde las habían obtenido, entonces lo llevaron al cerro y se asombró. Dio la orden de que empezaran a explorarlo, cuando quisieron perforar el cerro se oyó un estruendo y una voz que decía: “esto no es para ustedes, es para otros que vendrán después”. Los habitantes reconocieron la voz de la Pacha Mama y decidieron dejar el cerro en paz. Desde entonces le llamaron Potojchi que significa “estruendo”.
El Cerro Rico de Potosí
Potosí
La ciudad de Potosí fue fundada por los españoles en 1545 a raíz del descubrimiento de minerales, especialmente plata, en el cerro rico. A partir de entonces comenzó a crecer en población y riqueza.
Esta ciudad está ubicada a una altura de 4100 metros lo que la hace ser una de las ciudades más altas del mundo junto con Lhasa en el Tibet. A pesar de la dificultad que representa esta altitud, fue la gran cantidad de plata encontrada en el cerro rico la que motivó a miles de personas a instalarse allí. Para 1610 ya se contaba con una población de 160 mil habitantes, lo cual la convirtió en la ciudad más grande, además de la más rica de América.
Una calle de Potosí
Actualmente Potosí es una ciudad que guarda huellas de su pasado glorioso pero que demuestra un gran deterioro. A nuestra llegada nos impresionó ver edificios imponentes como la catedral, la Casa de la Moneda y otros, y al mismo tiempo una sensación de pobreza, descuido e insalubridad.
Casa de la Moneda
En realidad la riqueza de Potosí siempre fue llevada a otras tierras, empezando por la corona española que explotó inhumanamente a la población indígena durante 300 años para enriquecerse.
El mecanismo que los españoles utilizaron inicialmente se denominó la mita y consistía en imponer a los indios una estancia de 4 meses trabajando en la mina seguidos por 6 años sin el requerimiento de este servicio, además de un pago en efectivo. Los indígenas aceptaron entrar a trabajar de esta forma, sin embargo, los españoles no cumplieron su parte y los 4 meses se fueron convirtiendo en tiempos indefinidos, haciendo de estos trabajadores prácticamente unos esclavos.
Los indígenas empezaron a escapar y a volver a sus pueblos de origen. Ante esto los españoles trasladaron familias completas a las minas para evitar que los mineros huyeran. La mina para ellos se fue convirtiendo en una prisión ya que una vez que entraban a ella no volvían a ver la luz del sol.
Los mineros morían dentro de las minas a causa de accidentes y de enfermedades tales como la silicosis, adquirida al respirar sustancias tóxicas. Se calcula que durante la dominación española llegaron a morir 8 millones de personas dentro de las minas del cerro rico de Potosí.
Los españoles temiendo ser contagiados nunca ingresaban a las minas, por lo que no tenían control directo sobre el trabajo de los mineros. Con el tiempo los mineros empezaron a reducir su producción al no sentirse vigilados.
La religión jugó un papel preponderante para cambiar la mentalidad de los mineros. Utilizando la figura del diablo, los españoles empezaron a inculcar temor en los indígenas introduciendo la idea de que al engañar a su patrón el diablo los castigaría.
Para apaciguar al demonio los mineros le daban ofrendas como coca, alcohol y cigarros. Irónicamente esta figura se convirtió en un protector de los mineros ya que éstos se dieron cuenta de que dentro de la religión católica el demonio es enemigo de los españoles y por tanto lo adoptaron como su aliado. Empezaron a llamarle el Dios, pero por dificultad fonética se le decía Tios y luego quedó simplemente como el Tío.
La visita.
Organizamos una visita al cerro rico con una guía llamada Susana, quien nos llevó primeramente a una bodega para vestirnos de “mineros”, con botas, impermeables, casco y linterna.
Preparados para entrar a la mina
Pasamos a un antiguo mercado minero para comprar hojas de coca, y lejía, piltanchos y cayapos (cigarros artesanales) para regalar a los mineros, que los consumen todo el tiempo.
La coca es un estimulante que tiene alcaloides que inhiben el hambre y la sed. De esta forma el minero puede soportar la larga y dura jornada dentro de la mina, además de obtener fuerzas para poder trabajar a tan extremas alturas y temperaturas, que oscilan entre los 4oC y los 45oC. La lejía (ceniza con papa, camote, banano y quínoa) se pone en la boca junto con las hojas de coca como catalizador para estimular la salivación.
Regalos para los mineros
En los casi cinco siglos de explotación se han perforado alrededor de 800 entradas o bocaminas, de las cuales unas 300 están en actividad hoy. Además se calcula que se han excavado más de 500 kilómetros de túneles o galerías internas. Susana nos llevó a una de las bocaminas que pertenece a la mina Paila Viri para iniciar nuestro recorrido de una hora y media dentro de la mina.
En las paredes de la entrada de la mina se veían unas manchas negras. Susana nos explicó que esas manchas son de la sangre de una llama macho que es sacrificada al espíritu de la Pacha Mama, durante una ceremonia que se realiza cada año en el mes de junio. La llama se descuartiza y se entierra justo en la bocamina. Para los indígenas, este cerro representa a la madre tierra, que en lengua quechua se dice Pacha Mama. Brindar una ofrenda a la Pacha Mama, les garantiza que el cerro produzca mayor cantidad de plata y otros minerales.
Durante el recorrido encontramos a un minero llamado Julián realizando su trabajo con métodos medievales, sin ninguna tecnología moderna. Con un pesado martillo de dos kilos golpeaba un cincel para abrir un agujero de unos 50 centímetros, ahí coloraría un poco de dinamita para ir sacando el material (especialmente zinc).
Don Julián abriendo un agujero
en la roca manualmente
Don Julián comenzó su trabajo en la mina hace 20 años, siguiendo la tradición de su padre y abuelo. Aunque se sabe de los riesgos de este trabajo, probablemente no tenga otra opción, ya que la minería es la única actividad productiva de Potosí. Algunos mineros cuentan con un taladro que puede simplificar el trabajo, sin embargo don Julián no tiene la posibilidad de comprarlo por el alto costo del mismo.
En un punto nos encontramos una especie de cueva decorada con banderitas y cintas de colores en honor a la Pacha Mama ya que como deidad femenina debe de tener adornos. Al fondo había una imagen impactante del Tío, un verdadero diablo sentado, con cachos, patas de cabra, dos enormes bolas rojas como ojos, bigotes y barba, pelo largo y la boca entreabierta para fumar. En una mano tenía una botella de licor, muchas serpentinas de colores alrededor del cuello, y entre las piernas un gran pene. Alrededor de él había muchas hojas de coca tiradas como ofrenda. Todos los viernes se realiza una reunión de los mineros para agradecer y pedir favores al Tío. Cada persona pasa a agradecer dando ofrendas de alcohol y hojas de coca, prenden un cigarro que colocan en la boca del Tío, derraman un poco de alcohol en el suelo para la Pacha Mama y luego beben, diciendo salud a todos. Este espacio también sirve como un tiempo de convivencia entre los mineros.
El Tío
La mina es un laberinto de túneles que a veces son muy bajos o angostos, y otras veces se abren a mayores alturas. En algunos puntos se descienden a otros niveles, bajamos en total a tres niveles inferiores, unos 65 metros desde el nivel de la bocamina. Mientras caminábamos escuchamos algunas explosiones que se estaban realizando en otros sectores. Al salir de la mina apreciamos la luz del sol y respiramos aire fresco. Es conmovedor haber encontrado estas personas que pasan sus años de juventud en estas cuevas y que quizás cuando ya se retiran de ellas, puedan padecer de alguna terrible enfermedad adquirida en la mina.
Una señora a nuestro paso se dedicaba a seleccionar pequeñas piedras de diferentes minerales –plata, zinc, plomo; su aspecto era de una viejecita de 90 años, pero sólo tenía unos 65. Desde hace 30 años que diariamente realiza este trabajo para subsistir, ya que su esposo murió en la mina y la cooperativa de mineros le permitió ganarse la vida de esta forma para mantener a su familia.
Señora que separa minerales
Suena muy duro el dato de que actualmente cada año mueren cerca de 60 personas dentro de las minas; esto representa al menos una muerte por semana.
La visita al Cerro Rico de Potosí, nos da un ejemplo de que el tiempo no ha pasado en este rincón del mundo, aunque ya no hay una esclavitud declarada, la condición humana de los trabajadores sigue siendo precaria.
Una pareja de potosinos en el parque
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Etiquetas: Bolivia
Salar de Uyuni
Bolivia, 3 de Diciembre, 2006
El tren Wara-Wara hizo un recorrido de 11 horas, saliendo a las 3:30 de la tarde desde Villazón. Durante la travesía pasamos por un cañón con rocas de formas misteriosas, el paisaje era más bien desértico. Cuando llegó la noche, las estrellas comenzaron a aparecer y un pequeño cacho de luna daba suficiente luz para que pudiéramos ver simultáneamente la punta y la cola del tren cuando éste daba algunas curvas.
El tren Wara-wara
Conforme la noche fue avanzando el tren siguió ascendiendo hasta superar los 3600 metros y el frío fue aumentando. Finalmente el tren dio unos silbidos anunciando su llegada a Uyuni. Eran las 2:30 de la madrugada cuando bajamos a buscar nuestro equipaje. Afortunadamente en la estación encontramos a una señora indígena que nos llegó a ofrecer hospedaje en su pequeño hostal. Estábamos ansiosos por meternos en las cobijas para descansar y para calentarnos.
A la mañana siguiente iniciamos un viaje en un tour por dos días hacia el salar de Uyuni. Antes de entrar en el salar pasamos a un pueblito de 10 familias llamado olchan. Sus habitantes viven de la explotación rústica de la sal y de la elaboración y venta de curiosas artesanías hechas también de sal.
La fábrica de sal funciona de forma cooperativa. Una señora muy hospitalaria que, a pesar de su condición humilde, nos explicó muy claramente todo el proceso de transformación de la sal desde que es secada en un horno, luego se muele y se mezcla con yodo y finalmente se empaca manualmente. Ella se quejaba del bajo precio que obtienen y del pequeño mercado de que disponen, lo cual no les permite ampliar su producción.
Empacando sal
Mientras observábamos todo esto, los guías, Teo y Rosa, prepararon nuestro almuerzo. En una mesita y unas bancas hechas con bloques de sal nos esperaba un suculento bife de llama que nos pareció delicioso.
Continuamos nuestro camino y unos kilómetros después tuvimos la impresión de estar frente a un mar blanco y brillante. Estábamos entrando en el salar más grande del mundo, una extensión de 12 mil kilómetros cuadrados (casi la cuarta parte de Costa Rica).
El carro se perdía en esta blanca inmensidad siguiendo las huellas que otros habían dejado. Nos detuvimos y nos sentimos sorprendidos por este inusual paisaje. Al caminar, el suelo crujía como si estuviéramos pisando una pista de hielo quebradizo. En el suelo se dibujaban figuras geométricas que semejaban un gran panal de abejas con celdas de un metro de ancho aproximadamente.
El salar de Uyuni
Nos contaron que en la temporada de lluvia el salar parece un lago y se hace intransitable. Al secarse las huellas desaparecen y un nuevo camino debe trazarse simplemente transitando sobre el salar.
A lo lejos se divisaba una montaña hacia la cual nos dirigíamos, era el volcán Tunupa. Llegamos a la base del volcán donde había un pueblito de agricultores llamado Coqueza. Nos explicaron que ellos no explotan la sal y que su lengua es el quechua, a diferencia de los pobladores del otro lado del salar, como en Colchani, donde sí explotan la sal y hablan aymara. En Coqueza cultivan quinoa (un cereal de tiempos prehispánicos), papas, trigo, habas y maíz, además se dedican al pastoreo de gran cantidad de llamas. Las construcciones del pueblo han sido hechas con piedras del volcán Tunupa.
Iglesia de Coqueza al atardecer
Nos instalamos en un humilde hotel que estaba construido con bloques de sal, las camas también estaban hechas con estos bloques y el piso era de sal granulada. En los bloques se observaban varias capas que contaban la historia del clima del salar en los últimos años, franjas anchas indicaban mucha lluvia y las angostas decían que ese año había llovido poco. En medio de las franjas blancas había otras franjas de color café que hablaban de la arena que cubría el salar durante la época seca.
Salimos a caminar hacia la orilla del pueblo donde se une el salar con la tierra habitable. Llegamos a un borde con suelos pantanosos y azufrados, ese es el hábitat de los flamencos rosados que se detienen por horas a alimentarse pacientemente de lo que encuentran en el lodazal. Desde ahí pudimos ver el sol ponerse suavemente hundiéndose en los confines del salar.
Flamenco rosado
Por la noche nos sentamos a conversar con don Mario, el dueño del hotel, quien nos contó lo que dice la tradición quechua sobre cómo se formó el salar:
“Cuentan los abuelos que hace muchos soles y lunas atrás, mucho antes de que hubieran montañas y que el valle fuera un salar había una mujer muy bella y coqueta llamada Tunupa que seducía con su hermosura a los valientes Cora Cora, Chillima y Cuzco. Un día Chillima y Cora Cora pelearon entre ellos por el amor de Tunup; al primero se le rompieron los dientes y al otro la vejiga. Al final Tunupa prefirió a Cuzco, con quien se casó y procrearon un hijo, pero a pesar de esto Tunupa no dejó de coquetearle a Cora Cora y a Chillima. Esto molestó mucho a Cuzco, quien decidió marcharse llevándose al niño lejos de su madre; Tunupa al quedarse sola y desconsolada derramó su leche materna sobre el gran valle, formando el salar e inmortalizándose en una montaña. Cerca de ella también están Chillima y Cora Cora, el primero tiene la cima de forma irregular y parece que le faltan dientes, y al segundo le brota tanta agua que dicen que tiene la panza rota; esto fue el resultado de la pelea por el amor de Tunupa. Al otro lado del salar, lejos de Tunupa, yace Cuzco y su hijo, dos montañas que están juntas, la màs pequeña es parecida a Tunupa, la madre.”
El mítico volcán Tunupa
Aunque durante el día habíamos visto llegar muchos carros con turistas que venían a tomar fotos del volcán y de los flamencos, creemos que nosotros tres éramos los únicos que pasamos la noche en el pueblo. La habitación estaba iluminada por algunas velas blancas que daban mayor realce a todo el entorno blanco de la sal haciendo que nos sintiéramos como metidos en un cubo de nieve pero con una cálida sensación.
Pudimos descansar bastante y por la mañana muy temprano fuimos a ver la salida del sol por el otro extremo del salar. La vista del Tunupa era espectacular; era un gran cono de campos verdes divididos por muros de piedra y arriba una enorme corona rocosa con hermosos tonos rojizos.
Salar de Uyuni al amanecer
Después de desayunar hicimos una caminata subiendo hacia la cumbre del volcán hasta un punto intermedio que llaman el mirador. Desde ahí pudimos ver el pueblo y el extenso salar.
También seguimos un sendero hasta una cueva que contenía unas 7 momias. Antiguamente los quechuas enterraban a sus muertos en este tipo de estructuras funerarias llamadas chullpas. Las momias que vimos estaban acompañadas de su ajuar funerario, entre lo que se incluían piezas de cerámica y trajes.
Normalmente estas momias se encuentran en museos de alguna ciudad y las cuevas donde estuvieron se encuentran vacías. Poder verlas en su entorno natural y estar dentro de esta chullpa nos impactó bastante.
Momia en la chullpa
Una vez más la vida nos sorprendió con un paisaje muy diferente, en un lugar a tan grandes alturas donde nos encontramos con gentes que viven y encuentran formas para subsistir, a pesar de encontrarse en condiciones climáticas tan difíciles, en donde la mayoría de nosotros pensaría que es imposible vivir.
El salar de Uyuni
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Etiquetas: Bolivia
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